martes, 1 de noviembre de 2011

SUBREALISMO

Como cada mañana el sonido del gallo eléctrico se filtra por las paredes de esta gran casa, señalando el mediodia de unos frágiles rayos retorsionados en el pulcro gris del patio. Como cada mañana el fuego del infierno se aferra a mis pies de plomo a traves de la obscuridad alegre de mi humide cuarto por el que pago 500 euros, y como cada mañana lo calmo con una ducha caliente de café y zumo. Como cada mañana el autobus me espera en la puerta, le odio, siempre es puntual. Como cada mañana las risas y juegos de los niños se olvidan de mi en sus recreos cibernéticos. Como cada mañana evito mirar al sol por si este se asusta y deja de girar mañana. Como cada mañana la puerta del restaurante me devora, luego me vomita en el vestuario ya semidesnuda por sus jugos gástricos y me da la oportunidad de volver a su estómago más prevenida, esta vez vengo preparada: la negrura de una camiseta y un delantal rojo serán la vestimenta de mi proxima batalla. Los seres que me aguardan me lanzan tenedores y cuchillos como si quisieran ayudar a ingerirme a esta gran máquina, me defiendo hechandoles sal y pimienta, el aceite y el vinagre son mi escudo, la bandeja no, esa es parte de mi alma, poco a poco parece que se van calmando, puedo entonces llorar un rato por los pescados que no tuvierón tanta suerte en este mar de triteza, por las carnes aún virgenes y para siempre perdidas, por los postres olvidados en las postrimerias de los polvos consumados.

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